Samuel del Rosario Larios.
Con el transcurso del tiempo el papel de la mujer es cada vez más
importante y se ha vuelto parte fundamental en nuestra sociedad, pero aún
existen muchos casos en donde se le da a la mujer un lugar marginal, en el
cual, solo pertenece a una pequeña pieza de la columna social que normalmente
es el hogar, en el que es limitada a labores domesticas sin participar en
cuestiones que puedan desarrollar a la mujer plenamente y desplegar todo el
potencial que ha demostrado tener reduciendo sus capacidades a “simples”
labores hogareñas.
La idea de que el sexo masculino es superior al
femenino supone cierta marginación de la mujer en la sociedad.
Antiguamente la mujer era considerada como un simple objeto, ya que no tenían
los mismos derechos que el hombre, el hombre era superior a ella. Esto
desgraciadamente sigue sucediendo actualmente: maltratos, cargos más bajos en
los trabajos injusticias y todo tipo de distinción debido al género.
El llamado machismo corresponde a una forma
particular de organizar las relaciones entre los géneros en sociedades, donde
existen marcadas diferencias étnicas y raciales. También el machismo, ha sido
definido como la obsesión del varón con el predominio y la virilidad que se
manifiesta en la conquista sexual de la mujer; es un conjunto de leyes, normas,
actitudes y rasgos socioculturales del hombre cuya finalidad explícita, ha
sido, producir, mantener y perpetuar la esclavitud y sumisión de la mujer a
todos niveles: sexual, pro creativo, laboral y afectivo.
Esto también depende de las diferentes culturas por
ejemplo: las mujeres afganas se tienen que vestir de manera que no se les vea
ninguna parte del cuerpo.[1]
En otras partes limitan o estorban el acceso de la
mujer a la universidad, a la cultura o a los puestos de dirección; intentar q
la mujer piense, viste o se comporte como el varón; considerar a la mujer como
objeto sexual para uso y gusto del varón.
Según el norteamericano James B. Canel, hace ya
casi tres décadas, definió esto así: “Es una exageración de la hombría en la
que predominan la vanidad ostentosa, la bravata y un amor propio rayado en el
narcisismo.
El machismo viene de muy atrás, sucedió en aquellos
tiempos en los que algunos neopaganos reinventaron la palabra “ciudadanos”
olvidando que la base de una comunidad feliz no puede ser el individuo, sino la
familia. Se levanto entonces sin distinguir a los culpables de las victimas un
monumento al ciudadano solitario, al gran hombre, al soltero, al pirata,
bandolero, al divorciado, a esa especie de vagabundo sin familia que vive
en un mundo marcado por cosas tan poco femeninas como la ley y la política. Se
comenzó así por menos preciar y ridiculizar ese pequeño reino
independiente que debiera ser cada familia. Y empezaron los hombres a salir de
casa con otros aires, y a dedicarse a sus “asuntos” con la mentalidad moderna
del “hombre ocupado” que no cuesta nada a su mujer. El padre de la familia se
convirtió en el típico dominguero y la mujer siguió haciendo con amor lo que
sabía, pero ya había empezado a perder a su hombre y transformarse en mujer
florero.
En distintos ámbitos de la vida cotidiana podemos
ver como se ve reflejado el machismo, como por ejemplo:
1- En el matrimonio: la poligamia es claramente machista.
En la práctica las leyes de divorcio son machistas, pues la realidad ha
mostrado que la mujer suele salir más perjudicada.
2- Aclaración del sacerdocio ministerial: En la religión católica solo
los hombres pueden ser sacerdotes. No hay menosprecio pero si exclusión clara y
a primera vista.
3-. Distinción para trabajos exclusivos del género masculino. En algunos
restaurantes se prefiere que los que laboren sean preferentemente hombres, el
arte culinario ha sido monopolizado por hombres que dicen ser los mejores en el
oficio de la comida o por el simple hecho de la fuerza y habilidad que esta
requiere.
Desde siempre la cocina ha ido de la mano con la
figura femenina, pero solo como una forma en la que se encuentra en la cocina
no de una forma profesional, sin embargo es bien sabido que las mujeres son las
que han revolucionado el arte de la cocina con su peculiar forma de preparar la
comida siempre adicionándole una pizca de ese ingrediente que solo la mujer le
puede dar, el amor sincero y el cariño hacia sus seres queridos que alegremente
vera llegar de un cansado día en la escuela o en el trabajo pero a pesar de
todo eso, su trabajo no recibe el valor que se merece.
Relacionar a las mujeres de forma tan íntima con la
comida es un pensamiento retrógrado y machista. Sin embargo no es una
elección. Es por eso nuestra percepción de que la mujer que no sabe cocinar
es una inválida emocional. Preparar esas comidas que ya vienen listas para
servir es un gesto de profundo desamor por la familia. Cocinar para otros es
una prueba de amor y quien no cocina, para nosotras no quiere a nadie más que a
sí mismo. Aunque sea a través de una ensalada rica o de una buena milanesa, la
comida es afecto.
Un modo particular de concebir el rol masculino
basado en el mito de los hombres por sobre las mujeres y en la autoridad que
por derecho propio tiene sobre ella es argumentando una supuesta superioridad
respecto a la mujer, concebida por el hecho que todo lo que pueda realizar la
mujer es superado por el hombre, sirviendo únicamente en pocos aspectos que
dicen, son muy simples, sin embargo, la cocina requiere un grado de habilidad
muy alto.
“La mujer es un valor magnífico y sólido para
trabajar en las cocinas del mundo que hoy apuestan por las culturas de cada
lugar”. Dice Carmen Ruscalleda, una de las más prestigiadas y reconocidas
chefs.
Por su naturaleza femenina por sus características
psicofísicas y la gran creatividad que tienen, aportan y protegen los valores
culturales de su entorno. Por lo tanto la mujer es un valor magnifico y solido
para trabajar en las mejores cocinas del mundo que apuestan por la preservación
de la cultura en cada lugar o la innovación en el arte culinario.
La mujer tiene entre sus manos la misión de
culturizar a esos niños y niñas que están creciendo en casa, de hacerles
conocer el valor saludable y cultural de los alimentos de la cocina de su zona. Porque
si ellos entienden, viven y perciben esos valores, cuando sean adultos y
tengan una vida propia, se regirán por esos valores.
La hora de la comida en las familias es un momento
muy importante, aunque ya casi no se vea esto, algunas aún se sientan a
comer y es entonces cuando comparten sus venturas y desventuras escuchados y
consolados por la madre, que siempre sabe que un buen plato de caldo puede
consolar ese frio en el corazón y que no hay nada mejor para levantar el ánimo
que el postre después de la comida; la mujer es fundamental, no solo en el
“proceso de producción de la comida” sino también en el contexto que se
presenta después de preparar.
Ahora podemos saber que el machismo, puede
constituir una “actitud” que tiene como objeto, más que la mujer ,lo femenino,
es decir, todo el entorno simbólico que rodea la figura de la mujer en la
cocina, el contenido de esta actitud está basada en el mito de la superioridad
masculina, por lo que se puede argüir que es explícitamente negativo hacia las
posibilidades de desarrollo espiritual de la mujer, y paradójicamente del
hombre, que se constituye en una temprana victima de sus formas
institucionales, que orientan la formación de los varones a la supresión de la
expresión de la emocionalidad y la sensibilidad a causa de una homofobia por
parte de los padres.
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